Cuentos ganadores del III Concurso de Hiperbreves de la Feria del Libro de Madrid
PRIMER PREMIO FEROMONAS Tras mucho esfuerzo, pude convertir a Pablo en perfume y guardarlo en un vaporizador. Su piel tiene un aroma inconfundible, y un cosquilleo de placer te recorre cuando pasa de las papilas al cerebro. El experimento comenzó con Cecilia, quien decía a todos que Pablo y yo éramos la mejor pareja del mundo. Apenas la rocié con el perfume comenzó a balbucear y respirar entrecortadamente y así supe que Pablo me había engañado con ella. Marta fue la segunda. A ella no sólo se le cortó la respiración, sino que no paraba de pronunciar el nombre de su amante mientras me miraba aterrorizada. No quisiera aburrir con los detalles de todas las que siguieron dando positivo en este control antidroga, sólo diré que la lista es muy larga. En el frasco queda muy poco perfume. Anoche soñé que Pablo suplicaba que lo volviera a su forma humana jurando que se haría anacoreta. Empiezo a creer en el sueño porque juro que fue muy real. Ahora la duda que tengo es: hago aparecer otra vez a Pablo o uso lo que queda de él en su prima segunda que vivía abrazándole y dándole besitos mientras decía... "que bien huele mi niño". Susana Fernández Scardón ACCÉSITSedLa momia llega tambaleándose. Se agacha, crujen sus doloridas articulaciones, que se doblan mohosas, hunde el rostro embalsamado en las cremosas aguas del Nilo, y se pone a beber de ellas con la furia de la bestia que lleva dentro. Lentamente va recuperando tanto su antigua forma primigenia como su poder tiránico, aquel mismo con el que cierta vez mantuvo a todo un pueblo bajo la sombra teocrática de su égida, y con el que ahora intentará someter al mundo entero. Al fin y al cabo todos estamos hechos de lo mismo: Un noventa por ciento de agua y una décima parte de arenas del desierto, productos fácilmente obtenibles y recuperables. Fernando Fernández-Gil Domingo VAYA... ¿Sí?... No, en este momento no está... Sí, está en Madrid, pero volverá tarde... No sé, creo que iba con unos amigos a tomar algo... No, no sé dónde habrán ido, quizá estén de cañas por el barrio... Por aquí, por Lavapiés. Oye, ¿quién eres?... ¿Le dejo alguna nota?... Sí, sí, lo he entendido bien, no eres una amiga, sino su amiga ... verás, ya te he dicho que no sé dónde, pero si están por aquí, a estas horas le encontrarás en el Automático o en El Botas... El Botas, el del futbolín... ¿Tienes su móvil?... Claro que tiene móvil... Ya, pero yo no tengo la culpa de que él no te lo haya dado, es más, si no te lo ha dado, yo no soy quién para hacerlo... ¿Cómo?... No, no soy ni su hermana ni su madre, soy su mujer. Vaya, me colgó. Almudena AlbiLA CAÍDA Bajo la luna un árbol y bajo el árbol un científico observa una manzana que cae. Una manzana que rueda por la hierba y se descalabra al golpear la puerta de una casa de la que sale una mujer de pelo rojo y vestido blanco. Consciente de la atracción de los cuerpos, el científico se levanta y camina hacia la casa. La mujer ha recogido la manzana y se la ofrece en un gesto nada insinuante que él agradece llevándosela a la boca y devolviéndosela luego para compartirla. Pero ella la rechaza amablemente, o por castidad, teoriza aquél, que acepta por inercia la invitación a una taza de té. En la oscuridad del rellano, el traje blanco vuelve ingrávida a la mujer. También la oscuridad del té se deduce bajo el humo caliente y el blanco de la taza que, una vez más, ella le tiende con un movimiento proporcional a su decoro. La escena se le presenta al científico llena de calculada majestad, y no se sorprende cuando con el primer sorbo de té, el encanto cede a la inminencia de un deseo desconocido, a la manzana mordida sobre la mesa, a la mujer que iluminada por la luna cae en sus brazos, tal y como él había previsto. Irene Brea |