INCERTIDUMBRES

En el ajedrez nunca se sabe qui�n va a ser el asesino. Porque el ansia homicida de los contendientes es condici�n ineludible del juego, o como los juristas dir�an conditio sine qua non. Pero ninguno de estos que muere y mata llega a conseguir sus objetivos, que son los mismos de Macbeth: matar al rey. �Para qu�?, para ocupar el lugar del rey, rey ya de la nada, de un campo de batalla y exterminio del que han ido retir�ndose todos aquellos que han ido pereciendo, que han sido �comidos�.

Comidos, qu� vocablo m�s terrible y m�s universalmente practicado, pues �qu� hacemos sino comer, comernos los unos a los otros, y no s�lo metaf�ricamente? Claro que as� es la vida y el tiempo que se alimenta de nosotros, que va dejando peones, alfiles, caballos a lo largo del camino de la existencia, cada segundo, cada minuto, sin tregua, en una partida en la que siempre salimos con las piezas negras y en la que jam�s logramos recuperar la iniciativa.

Ajedrez y vida, ajedrez y ej�rcitos en lucha, emparejamientos metaf�ricos que pretenden darnos una pista que nos ayude a encontrar ese sentido de nuestros actos que el trascurrir del tiempo difumina en rutina.

Se afirma que el ajedrez es tambi�n un deporte, as� que el sudor que su pr�ctica genera debe de ser una destilaci�n de las meninges, en las que se produce hasta el cansancio ese vaiv�n virtual de movimientos, que viene a culminar s�lo a medias cuando la mano mueve pieza sobre el tablero.

Y el caso es que, concentrando toda la fuerza en la misma direcci�n y contra un mismo objetivo parece posible lograr el triunfo. No s�lo en el ajedrez, sino tambi�n en la guerra y en el deporte; ya que el ajedrez es la falsilla �ltima de todo lo que pugna contra un opuesto, como esas sombras de la caverna de que hablara el fil�sofo.

Ahora, en estas p�ginas de espuma, el ajedrez se hace  tambi�n literatura. Y la literatura era, pensaba yo, vegetariana, acaso la �nica capaz de imponerse sobre el tiempo, pues ella misma se alimenta de tiempo. �Qu� son sino los relatos y las novelas m�s que cucharadas o porciones de tiempo que alguien carga o fabrica en talleres de hondura para que nosotros nos llenemos temporalmente de vida, de la vida de otros, lo que nos hace la ilusi�n de compensarnos de las perdidas que el trascurrir del tiempo nos procura con su mano suave y su voluntad de hierro?

Uno siempre espera no obstante que el caballo se rebele contra el caballero, o sea contra su jinete, ese tirano que le ha robado la libertad y le ha llenado de sufrimiento disciplinado, convirti�ndolo en un Segismundo sin sentido, para el que la existencia, de la cuna al matadero, no es sino pesadilla. O que el alfil se enamore del pe�n, o se escape con el alfil opuesto que le acecha y que se distingue por su color contrario, tanto que parece estar proclamando su disposici�n para negarle.

Porque el ajedrez, que es siempre igual a s� mismo, siempre difiere de s� mismo, con partidas, cuyo �nico movimiento reconocible suele ser el de salida, pues muy pronto caben tantas variaciones de idas y venidas como la suma resultante de ir doblando una cifra por el simple traslado de un escaque a otro, seg�n el conocido cuento oriental por el que un taimado mago o un mendigo que hab�a favorecido a su soberano, a la hora de elegir su recompensa, se conform� con un solo grano de arroz que se fuera doblando a medida que pasara de un escaque a otro por todos los del tablero �No hubo arroz en el mundo para tal premio!

Juan Pedro Aparicio

 

Nota PRELIMINAR

Como habr� podido comprobar el lector, simplemente hojeando el libro que tiene en las manos, cada una de las historias que integra la presente recopilaci�n de relatos est� acompa�ada por una partida de ajedrez relacionada con el texto. En algunos casos, la elecci�n nos la han facilitado los propios autores reproduciendo los movimientos de una partida famosa o de determinada apertura. En otros, donde el v�nculo no era tan evidente, hemos seleccionado los juegos de acuerdo con sus protagonistas (la historia de dos hermanos, las reflexiones de dos enamorados) o con los lances descritos (un violento contraataque, una variante del juego), a trav�s de una laboriosa (y, por cierto, muy agradable) investigaci�n que nos ha permitido reunir una peque�a muestra de las interesantes creaciones de algunos de los mejores ajedrecistas de la historia, desde mediados del siglo xix hasta nuestros d�as.

Para transcribir las partidas se ha empleado la notaci�n algebraica, un sistema de f�cil interpretaci�n utilizado en todo el mundo[1]. Tambi�n se han incluido algunos diagramas ilustrativos para facilitar la comprensi�n del juego. En cuanto a los comentarios de las partidas, hemos preferido incidir en los conceptos generales del desarrollo de las mismas y no profundizar en exceso en las l�neas m�s complejas y en confusas e ininteligibles secuencias de movimientos. Somos conscientes de que algunos comentarios podr�n parecer triviales a ciertos jugadores aficionados, acostumbrados a los profundos an�lisis de las revistas de ajedrez especializadas, as� como demasiado obvias determinadas variantes. Por el contrario, esas mismas anotaciones aparecer�n como aut�nticos jerogl�ficos, indescifrables, para aquellos lectores que est�n menos familiarizados con el juego. Animamos a estos �ltimos a superar sus prejuicios y a intentar reproducir una partida cualquiera, la que deseen, y seguidamente ver�n que no es tarea tan complicada y quiz�s pronto se encontrar�n atrapados por el juego de Capablanca, Alekhine, Karpov o Polgar. Quienes no puedan vencer esa dificultad, pueden comprender mejor la singularidad del ajedrez con los breves estudios introductorios que preceden a las partidas, donde encontrar�n concisas notas biogr�ficas de diferentes campeones, an�cdotas y algunas nociones generales sobre el juego.

No quisi�ramos acabar estas l�neas sobre las distintas cuestiones tenidas en cuenta en la selecci�n y elaboraci�n de las partidas analizadas sin antes agradecer los comentarios y las observaciones, siempre �tiles, de Esperanza Vivancos y Joan Fontanillas y, muy especialmente, la atenta disposici�n del maestro internacional Alfonso Jerez que, una vez m�s, no ha dudado en compartir su profundo conocimiento del ajedrez con quienes intentamos transmitir, de un modo u otro, la belleza de este juego.

David Vivancos Allepuz

[1] 1 Muy sint�ticamente, podr�amos decir que en la notaci�n algebraica cada jugada se transcribe con la inicial de la pieza movida m�s la casilla a la que se ha desplazado (el rey se representa con la letra R; la dama con la D; la torre con la T; el caballo con la C; el alfil con la A; en tanto que el pe�n no se indica con ninguna letra). As�, Dg4 quiere decir que la dama ha sido movida a la casilla g4 y h5 significa que el pe�n de la columna h ha avanzado hasta h5. Algunos s�mbolos �tiles para comprender las partidas que adjuntamos son: 0-0 (enroque corto, en el flanco de rey); 0-0-0 (enroque largo, en el flanco de dama); x (captura: Cxf5, el caballo se ha comido la pieza que ocupaba la casilla f5); + (jaque: Th2+, la torre mueve a h2 y da jaque); ++ (jaque mate: Dg3++, la dama ha dado jaque mate en la casilla g3); ! (buena jugada: Axf6!); !! (jugada muy buena: Cc3!!); ? (mala jugada: Rg1?); ?? (jugada muy mala: Te5??); !? (movimiento interesante: Ac7!?); ?! (movimiento dudoso: Dd2?!).

Volver