Los relatos que siguen prologan con brillantez esa ya secular tradición de narradores periodistas. Tanto por su temática como por su estilo son, afortunadamente, múltiples e incluso divergentes. Ni siquiera coinciden en el punto de partida más o menos convencionalmente “realista” como cabría esperar... o temer. Hasta en algún caso (los “Cuatro cuentos” de Pedro Shimose) rige hasta el extremo la norma de la concisión, pero al servicio de una perspectiva de realidad heterodoxamente mágica o mítica, junto a la cual el consabido “realismo mágico” de algunos de sus más justamente famosos colegas hispánicos resulta casi, casi... balzaquiano (sin olvidar que el propio Balzac escribió también sus Cuentos droláticos y unas cuantas novelas breves, o no tan breves, que dan cabida a lo maravilloso, misterioso o suprarracional). Tanto para Balzac como para nuestros narradores, está bien que así sea. La intuición o el genio del escritor puede y debe crear en la obra –en cada obra– las únicas normas válidas”.
“Los relatos que se reúnen es esta colección dejan entrever la capacidad de observación y concisión en el estilo [...], desmienten el tópico de que ser escritor y, al mismo tiempo periodista es imposible”. |