�El m�s viejo y universal de todos los mitos?

 

            El mito del Rat�n (o Ratoncito) P�rez, el simp�tico roedor al que los ni�os (de entre cinco y siete a�os, por lo general) entregan los dientes de leche reci�n ca�dos es, seguramente, el m�s conocido, el m�s popular, el m�s vivo de todos los que existen en Espa�a.

            A la luz de los datos que iremos reuniendo en este libro, comprobaremos tambi�n que es uno de los mitos m�s viejos y m�s arraigados que viven no s�lo en nuestro pa�s, sino en el mundo entero. No en vano se ha afirmado lo siguiente acerca de su hermano franc�s, la Petite Souris o �Ratoncito� de los dientes: �el origen de esta creencia se pierde en la noche de los tiempos. Parece ser una supervivencia de pr�cticas muy antiguas, por no decir prehist�ricas. Su estudio nos obliga a remontarnos muy hacia atr�s en el tiempo, hasta la �poca en que el hombre primitivo trataba, gracias a la magia, de hacerse con el favor del Rat�n, con el fin de poseer, como �l, dientes s�lidos y sanos�[1].

            El mito del Rat�n de los dientes es, adem�s, uno de los pocos cuya supervivencia parece estar garantizada por largo tiempo, porque ha logrado embarcarse en la nave salvadora del cuento ilustrado, del c�mic, del cine, de los medios de cultura de masas, de Internet. Ha llegado incluso a convertirse en pujante atracci�n tur�stica y a tener una placa conmemorativa bien visible en el n�mero 8 de la calle del Arenal (donde hay quien cree que ten�a su domicilio), una de las m�s concurridas de Madrid; a ser el protagonista de grandes y publicitadas exposiciones art�sticas (que han acabado convertidas en muestras virtuales que puede visitar cualquiera en Internet, con solo marcar la direcci�n http://cvc.cervantes.es/actcult/raton/, por ejemplo); a dar nombre a marcas comerciales como la �Rat�n P�rez Entertainment S.A.�, que gestiona algunos productos relacionados con �l; a tener, en el Parque de la Costa de Buenos Aires, una especie de �paseo tem�tico� en que la gente puede visitar su �Casa�; o a presumir de protagonista de una pel�cula hispanoargentina (Rat�n P�rez) y de un gran espect�culo musical (El Rat�n P�rez, tu primer musical...) con cantantes, m�sicos y bailarines que ha sido puesto tambi�n en escena en Buenos Aires y en otros lugares. Escalas �ltimas (por ahora) de unas muy complicadas idas y vueltas que, lejos de debilitarlo, han multiplicado sus fuerzas, al rev�s de lo que ha sucedido con la mayor�a de los dem�s mitos y relatos orales y tradicionales, n�ufragos perdidos o hundidos �much�simos de ellos� en el agitado y competitivo mar de la hipermodernidad.

            Casi todos hemos estado alguna vez convencidos de la existencia del Rat�n que se lleva los dientes. Casi todos hemos afirmado haber tenido alg�n contacto, negociado alg�n contrato y hecho alg�n negocio con �l: el de darle un diente a cambio de dinero o de alg�n regalo. Hay quien le ha vendido s�lo el primero de sus dientes de leche, y hay quien le ha vendido todos. Y much�sima gente asegura, incluso, que lo ha visto u o�do corretear y deslizarse bajo su almohada entre sue�os. Adem�s, los adultos m�s hechos y m�s derechos siguen empe�ados en ofrecer a los ni�os todo tipo de pruebas acerca de su existencia y acumulando argumentos para que crean en �l. �Alg�n otro de nuestros mitos ha llegado a ser m�s aceptado, m�s reivindicado, m�s indiscutible que �ste?

 

 

            �El m�s oscuro y enigm�tico de todos

            los mitos?

 

            Pese a su popularidad, el del Rat�n de los dientes es tambi�n nuestro mito m�s oscuro, m�s misterioso, de or�genes y curr�culum m�s dudosos. �De d�nde ha salido? �Por qu� un Rat�n? �De d�nde le viene su irrefrenable afici�n a coleccionar dientes infantiles? �Ad�nde se los lleva? �Por qu� no siente la misma afici�n por los dientes de los adultos? �Qu� puede significar que un Rat�n que se dedica a merodear alrededor de las camas de los ni�os y que se empe�a en corretear con confiada impunidad bajo los pliegues m�s resguardados de sus almohadas suscite simpat�a en vez de alarma?

            En Espa�a hay quien piensa que fue don Luis Coloma (1851-1915), un sacerdote jesuita andaluz que escribi� cuentos y novelas �a mitad de camino entre lo costumbrista y lo sensiblero� a finales del siglo xix y comienzos del xx, quien cre� y dio la se�al de salida a las imaginativas andanzas de esta sorprendente criatura, por el solo hecho de que escribiese (posiblemente en el a�o 1894) un breve y conocido relato, dedicado al rey ni�o Alfonso XIII (que hab�a nacido en 1886) y ambientado en el viejo Madrid, que se titulaba Rat�n P�rez (cuento infantil). Coloma fue quien se invent� la especie de que el Rat�n P�rez viv�a en una tienda de la calle Arenal 8, pero no es cierto que fuera �l quien cre� al inquieto Rat�n, porque �ste llevaba ya muchas generaciones �seg�n admite �l mismo en su cuento� poblando las imaginaciones de los ni�os espa�oles cuando inspir� el famoso cuento decimon�nico. Y no s�lo estaba ya presente el Rat�n en los sue�os de los ni�os espa�oles, pues en muchos otros pa�ses del mundo �desde Escandinavia hasta China y desde Hait� hasta Madagascar� millones de ni�os han cre�do, desde muchos siglos antes de que naciese Coloma, que es un Rat�n quien viene a llevarse sus dientes de leche ca�dos. Aunque en los pa�ses en que no se habla espa�ol no se apellide, l�gicamente, P�rez.

            �Qui�n es y de d�nde ha salido, pues, este extra�o Rat�n dominado por la obsesi�n irresistible de llevarse los dientes de los ni�os, tan conocido y tan desconocido al mismo tiempo, tan famoso y tan enigm�tico, de pasado tan oscuro, presente tan iluminado por los focos de la fama y futuro tan prometedor?

 

 

            El Rat�n que fue padre de un Hada

 

            Las p�ginas de este libro van a estar dedicadas a demostrar hasta qu� punto figura �como ya se ha dicho� el mito del Rat�n al que los ni�os entregan sus dientes de leche entre los m�s conocidos, difundidos y persistentes �y tambi�n entre los m�s din�micos y variables� que se conocen en Espa�a y en el mundo.

            En la actualidad, y en muchas de las tradiciones que alberga la ancha faz de la tierra, y que viven sometidas a un creciente y agresivo proceso de globalizaci�n, la costumbre que predomina es la de guardar el diente debajo de la almohada, para que por la noche venga el Rat�n a llev�rselo, dejando a cambio un peque�o regalo, o una cierta cantidad de dinero para que al ni�o le compren un regalo.

            La excepci�n m�s notable a esta pr�ctica se da en los pa�ses anglosajones, sobre todo �desde la d�cada de 1940 aproximadamente� en los Estados Unidos, foco desde el que, en torno a 1950 o 1960, irradi� hacia Gran Breta�a, Irlanda y otros pa�ses. A quien se suele esperar en aquellas naciones (por m�s que el mito del Rat�n no sea del todo desconocido en ellas) es a la Tooth Fairy , es decir, a un Hada de los Dientes que presenta rasgos m�s amables y menos inquietantes (pero tambi�n m�s neutros y aburridos) que los del Rat�n que se dedica a merodear por las noches en torno a las camas de los ni�os.

            Porque no hay que olvidar que el rat�n es un animal que causa repugnancia a la gran mayor�a de los adultos y que, en cambio, suele, por alguna misteriosa raz�n, despertar las mayores simpat�as entre los ni�os, que han llegado a convertirlo en icono s�lidamente entronizado en su imaginario (no en vano fue el popular�simo Rat�n Mickey la primera gran estrella que surgi� de la jovenc�sima factor�a de Walt Disney, en 1928), a adoptarlo (al rat�n o a otros roedores de peque�o tama�o del tipo de los h�msters, ardillas o cobayas) como animal de compa��a predilecto, o a convertirlo en protagonista de todo tipo de rimas y de juegos infantiles[2]. Tampoco hay que perder de vista el hecho de que, en much�simas tradiciones de todo el mundo �seg�n apreciaremos en un cap�tulo monogr�fico de este libro�, el que alg�n animal (sobre todo el gato, reverso en tantos aspectos del rat�n) comparta habitaci�n nocturna con el ni�o se considera una amenaza grav�sima para �ste. Eso hace a�n m�s curiosas y meritorias las andanzas del Rat�n en torno a las camas infantiles.

            Antes de nada, hay que advertir que este Hada de los Dientes anglosajona en que se diluyen los rasgos m�s inquietantes y se potencian los m�s amables del ambiguo Rat�n parece que es, si se quiere llamar as�, una especie de hija de �ste, o al menos una heredera, depositaria, imitadora, receptora, de sus genes m�ticos, de sus costumbres, de sus modos de operar. Existe consenso entre los antrop�logos norteamericanos �que han dedicado miles de p�ginas a intentar reconstruir la vida de este mito esencial de su imaginario colectivo� sobre el hecho de que hasta la d�cada de 1920 no se documentan en su pa�s las transacciones de dientes por dinero debajo de las almohadas, y de que hasta en torno a 1930 o 1940 no comenz� a ser llamada Tooth Fairy o Hada de los Dientes �al menos de manera apreciable y documentada� el m�gico ser que ven�a a cambiar por regalos o por dinero los dientes que los ni�os norteamericanos depositaban en el rinc�n m�s �ntimo de sus camas.

            Lo que desconoc�an hasta ahora los especialistas norteamericanos es que unas d�cadas antes, en 1894, el cuento infantil Rat�n P�rez de Luis Coloma demostraba �y es por eso un testimonio precioso y casi excepcional en la Europa del siglo xix� que la costumbre de depositar el diente ca�do debajo de la almohada para que se lo llevase un Rat�n se hallaba muy bien implantada, y era adem�s vieja y tradicional, en el �rea urbana de Madrid. Y no s�lo eso: tambi�n los ni�os madrile�os del siglo xix se adelantaron a los ni�os norteamericanos del xx y del xxi a la hora de escribir las t�picas solicitudes en forma de carta �tradici�n que ha perdido vigencia en Espa�a, pero que est� muy viva en los Estados Unidos� a la divinidad de los dientes.

            Dice as� un episodio crucial del cuento de Coloma que muestra al joven rey Buby (trasunto del ni�o Alfonso XIII) escribiendo su carta al Rat�n:

 

         Mas esta se�ora [ la Reina ], que como mujer lista no fiaba de aduladores y era muy prudente y amiga de la tradici�n, resolvi� que el rey Buby escribiese a Rat�n P�rez una atenta carta, y pusiese aquella misma noche el diente debajo de su almohada, como ha sido y es uso com�n y constante de todos los ni�os, desde que el mundo es mundo, sin que haya memoria de que nunca dejase Rat�n P�rez de venir a recoger el diente y a dejar en cambio un espl�ndido regalo.

         As� lo hizo ya el justo Abel en su tiempo, y hasta el grand�simo p�caro de Ca�n puso su primer diente, amarillo y apestoso como uno de ajo, escondido entre la piel de perro negro que le serv�a de cabecera. De Ad�n y Eva no se sabe nada: lo cual a nadie extra�a, porque como nacieron grandecitos, claro est� que no mudaron los dientes.

 

            Adem�s de �ste, existen otros documentos precursores y de importancia verdaderamente trascendental para nuestra investigaci�n: un breve informe etnogr�fico de la regi�n francesa de la Gironda publicado en 1889 que atestiguaba el dep�sito de los dientes ca�dos bajo la almohada para que la Virgen Mar�a los cambiase por un regalo o por dinero, aunque en ninguna parte mencionase el requisito de que la solicitud hab�a de hacerse por carta[3]; y uno italiano, de 1894, que dice que �en el per�odo de la segunda dentici�n, las almas de Dios [�los ni�os?] entierran el diente de leche ca�do de la boca, porque se les hace creer, por ejemplo en Vasto, que el duende lo coge y deja un poco de dinero, mientras que en Torino di Sangro es el Hada buena la que toma el diente y deja a cambio un regalo�[4].

            Las tradiciones generalizadas en Norteam�rica a partir de 1920, 1930, 1940 (y en el resto del mundo anglosaj�n a partir de 1950 o 1960) acerca del Hada de los Dientes que, tras recibir la carta, deja dinero debajo de la almohada de los ni�os son posteriores, pues, a las documentadas como relativamente viejas y arraigadas en la Europa del xix. Ello sugiere que este Hada de los Dientes que se expresa en ingl�s puede ser un intento de neutralizar, de maquillar, de dulcificar los rasgos menos tranquilizadores de su presunto padre �si se le quiere llamar as�, o de su antecesor y modelo �si se prefiere una expresi�n menos comprometida�, el prodigioso Rat�n al que los ni�os de buena parte del mundo dirigen la muy delicada y personal ofrenda de sus dientes ca�dos. O bien que el Hada de los Dientes podr�a ser, quiz�s, hija secularizada de la Virgen o hermana del Hada buena que en unas unas muy pocas y muy localizadas tradiciones europeas hemos visto y veremos que se dedicaba a recoger los dientes de leche de los ni�os.

            La muy escasa documentaci�n europea acerca de esta Virgen o de esta Hada �invocadas, que nosotros sepamos, s�lo en unos cuantos lugares de Francia, de Italia y del Pa�s Vasco� y el requisito de la carta �que en el Madrid de fines del xix era tradici�n escribirle al Rat�n, igual que hoy se escribe al Hada de los Dientes anglosajona� resta posibilidades, aunque no descarta la candidatura de la Virgen Mar�a o del Hada buena como madre del Hada anglosajona, y las suma a la cuenta del casi omnipresente (en Europa y en m�s lugares) Rat�n. Aunque no es, desde luego, imposible, dentro del intrincado mapa sobre el que han debido ir, volver y cruzarse los pasos, las m�scaras y los disfraces de todos estos personajes, que el Hada anglosajona sea hija compartida, injerto h�brido de sus antecesores europeos documentados, y qui�n sabe de cu�ntas criaturas m�s cuyos rasgos y memoria habr� acabado borrando o desfigurando el paso del tiempo.

            No es seguro, en cualquier caso, que la estereotipada hada de pelo largo y vestido vaporoso �en la acu�aci�n de su imagen t�pica ha tenido algo que ver, seg�n veremos, la est�tica de las hadas de las pel�culas de Walt Disney� opere con mayor eficacia m�tica �ni, desde luego, con mayor coherencia simb�lica� que el nervioso y entra�able Rat�n de los Dientes. Por una raz�n obvia y que ya podemos ir adelantando: al Rat�n se le ha invocado en muchas culturas y durante milenios para que se lleve los dientes de los ni�os porque se esperaba de �l que los dientes de reemplazo naciesen (por arte de magia o, si se prefieren t�rminos m�s t�cnicos, por magia homeop�tica y por magia simp�tica) con la misma fuerza y resistencia que los suyos. Y no hay que olvidar que el Rat�n es un incansable roedor cuyos dientes no cesan jam�s de crecer.

            De las hadas en general, y del Hada de los Dientes en particular, nunca se ha sabido, en cambio, que posea dientes de calidad equiparable a la de los dientes del roedor por excelencia. Es cierto que suele ser representada exhibiendo unos dientes de blancura y brillantez inmaculadas, pero no tan poderosos, ni tan prominentes, ni tan caracter�sticos como los del Rat�n. S�mbolo y magia funcionan, pues, de un modo mucho m�s justificado y coherente en el caso del milenario Rat�n que en el de la advenediza y todav�a muy joven �aunque ambiciosa� Hada de los Dientes.

                        [1]  Traduzco de Luc Schweitzer, Le mythe de la Petite Souris , th�se pour le Doctorat en Chirurgie Dentaire (Nancy: Universit� Henri Poincar�-Nancy I, 2000) p. 39.

                        [2]  Sobre la tradicional relaci�n de simpat�a entre ratones y ni�os, y sobre la intervenci�n de ratones en el folclore de los ni�os, v�ase Fran�oise Loux, con la colaboraci�n de Claudine Reinharez, L�ogre et la dent: pratiques et savoirs populaires relatifs aux dents (Nancy: Berger-Levrault, 1981) pp. 54-56.

                        [3]  Fue publicado en Fran�ois Daleau, Notes pour servir l��tude des traditions, croyances, et superstitions de la Gironde (Burdeos: A. Bellier, 1889) p. 35. V�ase al respecto Tad Tuleja, �The Tooth Fairy: Perspectives on Money and Magic�, The Good People: New Fairylore Essays, ed. P. Narv�ez (Nueva York: Garland, 1991) pp. 406-425, p. 410.

                        [4]  Traduzco de Yvonne Massetti, Medicina e cultura popolare in Abruzzo tra Ottocento e Novecento (Cerchio: Adelmo Polla Editore, 1993) pp. 85-86. Su fuente es Gennaro Finamore, Tradizioni popolari abruzzesi (Torino-Palermo, 1894).